seis tendencias que están redefiniendo la industria cafetera
- ensamblescafe
- 31 jul
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 6 ago
El café de especialidad siempre ha sido terreno fértil para las tendencias. Algunas germinan con fuerza y permanecen, otras apenas emergen y desaparecen. En los últimos años, hemos sido testigos del surgimiento de nuevas corrientes en distintas etapas del círculo de valor del café.
Algunas de estas tendencias han llegado para quedarse, porque responden a necesidades profundas del sector: sostenibilidad real, vínculos más justos, innovación con sentido.
Desde nuestro lugar, nos hemos sumado a muchas de estas corrientes. Las adoptamos, las adaptamos, y en algunos casos, incluso ayudamos a impulsarlas para que crezcan, se afiancen y se repliquen. Aquí les compartimos un pequeño recorrido por esas transformaciones que hoy están dando nueva forma al mundo del café, y cómo hemos elegido ser parte activa de ese cambio.

Cambio climático: Retorno a sistemas tradicionales de producción
El cambio climático amenaza con reducir a la mitad la superficie global apta para cultivar café. Si a este panorama le sumamos las infestaciones de plagas, las enfermedades y la volatilidad del mercado C —a pesar de que en los últimos meses los precios han alcanzado niveles históricos—, el panorama para quienes cultivan café es preocupante. Los medios de vida de miles de caficultores, especialmente los pequeños productores, están en juego.
En las regiones productoras, las olas de calor son cada vez más intensas, las sequías más prolongadas y los brotes de enfermedades más frecuentes. Paralelamente, la deforestación continúa avanzando para satisfacer la creciente demanda de tierras cultivables. El año pasado, comunidades como las de Sierra de Flores Magón (Oaxaca) y la Montaña Alta (Guerrero) enfrentaron los embates de un incendio forestal y un huracán, cuyas secuelas todavía afectan la producción actual.
El café es un cultivo exigente. Requiere condiciones muy precisas de temperatura, lluvia y equilibrio ambiental. Por eso, cualquier alteración climática impacta directamente en su producción. Y este impacto es más agudo entre pequeños productores, que representan más del 80% del sector: personas que viven en zonas remotas, con acceso limitado a servicios básicos, educación y financiamiento, lo que los hace especialmente vulnerables a las crisis.

Cinco riesgos climáticos amenazan al café:
*Pérdida de tierras aptas para cultivo, que obliga a trasladar las fincas a mayores altitudes.
*Aumento del estrés hídrico.
*Disminución de floración y desarrollo de la cereza.
*Incremento de plagas y enfermedades.
*Mayor vulnerabilidad para pequeños productores y mujeres agricultoras.
Entonces, la pregunta es inevitable:
¿Cómo satisfacer la demanda mundial de café sin comprometer los recursos naturales?
En México, varias comunidades con las que trabajamos nos han demostrado que lo “viejo” sigue funcionando —y que, quizá, siempre fue lo correcto. Durante décadas, el modelo agrícola dominante promovió el monocultivo como sinónimo de progreso. En nombre de la eficiencia, muchos desmontaron bosques enteros para instaurar un “desierto verde” sostenido por pesticidas y agroquímicos.
Las consecuencias están a la vista: pérdida de biodiversidad, suelos degradados, ecosistemas fragmentados y un cambio climático que se intensifica a pasos acelerados.
Hoy, cuando ya no es posible ignorar los efectos del calentamiento global, el mundo agrícola comienza a mirar hacia atrás. Prácticas antes marginadas,como el cultivo bajo sombra o los sistemas agroforestales practicados por comunidades indígenas, resurgen como verdaderas soluciones para la resiliencia climática.
Por eso, desde nuestro trabajo en origen, seguimos apostando por proteger estos sistemas tradicionales: policultivos, agroforestería, cultivos regenerativos. No queremos ser exportadores de deforestación. Estos métodos, herederos de conocimientos ancestrales, permiten cultivar café y alimentos sin destruir los bosques, mientras se conserva la biodiversidad, se cuidan los suelos y se mitiga el impacto climático.
Además, impulsamos procesos de beneficio más sostenibles, como los cafés naturales, que requieren menos agua y son ambientalmente más viables. Así, las familias productoras no solo protegen sus entornos, sino que también construyen un futuro más justo y sostenible para el café.

Transparencia y sostenibilidad son la nueva moneda del buen café
Además de ser una rutina, hoy en día, tomar café también es una declaración de principios. Cada vez más personas quieren saber qué hay detrás de la taza que se están tomando: ¿De dónde viene? ¿Quién lo cultivó? ¿Fue producido de manera justa y sostenible?
Aquí es donde la transparencia y la sostenibilidad se convierten en mucho más que palabras atractivas: son verdaderas ventajas competitivas, especialmente en dos segmentos de café que están marcando la diferencia.
Café de especialidad: el origen lo es todo
Este café se disfruta no solo por su sabor, sino por su historia. Saber que proviene de una finca específica, cultivado bajo ciertas condiciones y con prácticas cuidadosas, le da un valor único. La trazabilidad —es decir, poder seguir el camino del grano desde el cafetal hasta tu taza— se vuelve clave. Para nosotros, la calidad es una filosofía integral que articula a las personas, los territorios, los saberes y las prácticas detrás de cada grano.Es un concepto profundamente relacional, que parte de una comprensión ética y técnica del café como alimento, como expresión cultural y como vehículo de transformación social.

Café certificado: más allá del sello
Por otro lado, están los cafés certificados, que garantizan que fueron producidos bajo estándares que respetan el medio ambiente, los derechos laborales y las economías locales. Pero muchos productores, compradores y tostadores ya no se conforman con un sello. Están apostando por modelos propios que maximizan el impacto social y la protección ambiental de verdad, no solo de forma simbólica.
La comunidad exige, y la industria responde
Las redes sociales han cambiado las reglas del juego. Los consumidores están más informados y exigen marcas responsables y coherentes. Esa presión ha sido clave para que todo el círculo de valor—desde las fincas hasta los coffee shops— esté transformándose. Porque cuando tú eliges un café con propósito, estás impulsando un sistema más justo para los productores y más amable con el planeta.

El boom del café de especialidad: Pasó de ser moda a movimiento
El café de especialidad además de ser una bebida aromática con un buen sabor; también es toda una experiencia que empieza desde el origen y termina en tu taza. Este tipo de café pone el foco en dos cosas que cada vez valoramos más: la calidad y la trazabilidad. Y sí, esto lo conecta directamente con la llamada tercera ola del café, ese movimiento que cambió la forma en que nos relacionamos con lo que tomamos cada mañana.
¿La diferencia? En un café de especialidad, cada grano cuenta una historia. Son granos (en su mayoría arábigos) cultivados con esmero, seleccionados a mano, y evaluados por catadores que saben reconocer un perfil sensorial limpio, complejo y delicioso. Pero ojo: no todo café arábica entra en esta categoría. La etiqueta de “especial” se gana, no se hereda.
Para las personas que cultivan este café ,muchas veces en pequeñas fincas familiares, entrar al mundo del café de especialidad significa poder acceder a nichos de mercado donde se paga más, se reconoce el trabajo bien hecho y hay espacio para innovar. A diferencia de los cafés con certificación (como orgánico o comercio justo), que suelen implicar procesos largos y costosos, el café de especialidad se basa más en resultados y en construir relaciones directas con quienes lo compran.
Eso sí, producir un buen café de especialidad no es gratis ni fácil. Requiere conocimiento, tiempo, dedicación y acceso a herramientas que les permitan a los productores mejorar sus procesos y conectarse con quienes aprecian lo que hacen.
Así que la próxima vez que disfrutes de un pour-over o un espresso con notas a frutos rojos, chocolate amargo o flor de azahar, recuerda: estás siendo parte de una nueva cultura del café, donde el sabor importa, pero también la historia que hay detrás de cada producto.

Del cafetal a la taza: el productor también está tomando su café
Durante décadas, los países productores de café se enfocaron casi exclusivamente en exportar sus mejores granos, mientras que el consumo interno quedaba relegado a un segundo plano. México no ha sido la excepción. A pesar de ser un país exportador de grano verde y reconocido por la calidad de su café, gran parte de lo que se consume localmente es importado, muchas veces ya procesado y de calidad cuestionable.
Pero eso está cambiando. Cada vez más caficultores y comunidades productoras están dejando de ver el café únicamente como un cultivo destinado a la venta, y están empezando a integrarlo en su vida cotidiana, a tomarlo, a disfrutarlo y a entenderlo como parte de su identidad.
Este cambio está estrechamente vinculado al desarrollo económico. A medida que mejoran los ingresos en los países productores, también crece la cultura del consumo. Ejemplos claros son Brasil, Indonesia o Etiopía, donde una buena parte del café que se produce se queda en casa, para ser disfrutado por quienes lo cultivan.

Aunque en muchos otros países el consumo interno sigue siendo limitado, algo se está moviendo. El café ya no se ve únicamente como un producto de exportación; ahora también es símbolo de orgullo, de pertenencia y de conexión con el territorio. Están surgiendo más tostadores locales, más cafeterías que promueven cafés de origen nacional, y una generación joven que quiere conocer —y saborear— lo que produce su propia tierra.
Asimismo, algunos gobiernos están implementando políticas para fortalecer el consumo interno y agregar valor en origen: es decir, que el café no solo se cultive, sino que también se procese y se consuma localmente. Esto no solo mejora los ingresos de los productores, sino que también abre nuevas rutas comerciales entre países del sur global.
Nosotros también impulsamos el consumo por parte de los caficultores. Porque nadie puede amar lo que no conoce. Lo hacemos a través de nuestros laboratorios móviles instalados en los orígenes, donde los productores pueden catar sus propios cafés, descubrir sus perfiles sensoriales y conocer sus puntuaciones. Ese conocimiento les da poder: para negociar mejor, para tomar decisiones más informadas, y para degustar lo que nace en su propio suelo.

La revolución digital del café
La digitalización está tocando cada rincón del círculo del café, y no, no se trata solo de vender granos por internet. Hoy en día, las fincas cafeteras están entrando a la era tech, y eso está cambiando todo: desde cómo se siembra y se cosecha, hasta cómo llega el café a tu taza.
Muchas fincas ya están usando herramientas digitales para mapear su terreno, optimizar procesos agrícolas, monitorear el secado del grano o incluso acceder a servicios financieros desde el celular. Sí, hablamos de agricultores haciendo banca electrónica desde la montaña.
Junto a NUUP y el Instituto Bios Terra, estamos impulsando la inclusión tecnológica en las regiones de origen a través de la plataforma Sirio. Esta herramienta permite geolocalizar parcelas y generar información clave para cumplir con los requisitos de la nueva Regulación de Deforestación de la Unión Europea. Porque sí: la trazabilidad ahora también se juega en el terreno digital.

Pero el cambio no se queda en la finca. El comercio electrónico está tomando fuerza: ahora puedes comprar café verde en línea, participar en subastas virtuales o rastrear tu grano desde que se cosechó hasta que lo preparaste en casa. Y para que todo esto funcione, incluso se está empezando a explorar el uso del blockchain en la industria del café: más transparencia, más trazabilidad y menos intermediarios opacos.
La tecnología también está redefiniendo el tueste. Con sensores, softwares y algoritmos, los tostadores pueden replicar perfiles exactos, controlar mejor la calidad y asegurar que cada lote exprese un resultado verdaderamente exquisito. Y en las barras de café, las máquinas inteligentes están ayudando a que cada taza sea más precisa, rápida y deliciosa.
Esta digitalización tiene el potencial de equilibrar una industria históricamente desigual, donde muchos productores tienen poco acceso a mercados, tecnología o educación. Pero para que eso ocurra, se necesita más inversión, infraestructura y formación en las regiones productoras.

Las alianzas transforman la industria
Hablar de un cambio real en el mundo del café no se trata solo de mejorar una parte del círculo de valor. Lo que se necesita es algo más grande: colaboración, alianzas, trabajo en red. Porque ningún actor —ni finca, ni marca, ni gobierno— puede cambiar el sistema por sí solo.
Hoy, las asociaciones entre productores, empresas, gobiernos, ONG’s y comunidades están marcando el camino hacia un modelo más justo, sostenible y transparente. Desde alianzas público-privadas hasta proyectos de inversión de impacto, estas redes buscan que el café deje de ser solo una mercancía para convertirse en motor de desarrollo social y ambiental.
¿Por qué esto es tan clave? Porque el sistema cafetero está profundamente interconectado: lo que pasa en el cultivo afecta el precio global, lo que decide un tostador repercute en el ingreso de un caficultor, y lo que elegimos consumir influye en toda la cadena. Si de verdad queremos una industria del café más equitativa y resiliente, necesitamos actuar en conjunto.

Eso implica también reconocer el poder (y la responsabilidad) que tienen ciertas etapas del círculo—como el tueste o la comercialización— y redistribuir recursos e información de forma más justa. Además, hay que cuidar los sistemas que sostienen el café: el agua, el suelo, los bosques, el conocimiento local.



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