El café en crisis: ¿cómo asegurar su futuro?
- ensamblescafe
- 2 sept
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Actualizado: 8 sept
La industria del café constituye un pilar fundamental tanto para la economía global como para la subsistencia de millones de familias productoras. Este sector, además de responder a la creciente demanda de una de las bebidas más consumidas en el planeta, sostiene medios de vida que, sin embargo, hoy se encuentran en riesgo ante un entramado de factores ambientales, sociales y económicos cada vez más complejos.
Se estima que alrededor de 125 millones de personas en el mundo dependen directamente del café para su subsistencia, lo que convierte cualquier amenaza en un problema de gran magnitud. En el caso de México, se calcula que al menos 500 mil pequeños productores encuentran en la caficultura la base de su sustento y de la economía local.
En este blog abordaremos los principales desafíos que comprometen la sostenibilidad del sector cafetalero, exploraremos el marco conceptual y práctico de la sostenibilidad en la industria y compartiremos algunas alternativas que estamos implementando en nuestro modelo de trabajo, que buscan garantizar la viabilidad del café en el futuro.

Café, cambio climático y mujeres que resisten
El cambio climático ya no es una amenaza lejana: está presente y empieza a complicar seriamente la producción de café. Temperaturas más altas, lluvias cada vez más intensas o, al contrario, sequías prolongadas, plagas que avanzan y suelos que se degradan, son solo algunas de las señales que ponen en jaque al sector. A esto se suman otros problemas que arrastran los caficultores desde hace décadas: precios internacionales inestables, ingresos bajos y falta de políticas efectivas que protejan su trabajo. En este escenario, la pregunta inevitable es: ¿cómo asegurar el futuro del café y de quienes lo cultivan?
Los pequeños productores, que son quienes siembran y cosechan la mayor parte del café en el mundo, son también los más vulnerables. Y dentro de ese grupo, las mujeres enfrentan aún más obstáculos. No solo tienen menos acceso a tierras, créditos y capacitación, sino que cargan con desigualdades históricas que limitan sus oportunidades.

El café y su relación con la deforestación
El mapa del café está cambiando. Con temperaturas más altas, lluvias irregulares, sequías prolongadas, huracanes, entre otros fenómenos cada vez más frecuentes, muchas de las zonas donde hoy se cultiva este grano podrían dejar de ser aptas en pocas décadas. Algunos estudios calculan que para 2050 se podría perder hasta el 75% de las tierras donde crece el arábica y más del 60% de las que producen robusta.

Por ejemplo, en Chiapas, el principal productor de café en México, la situación ya es crítica. El informe Explotación y opacidad: la realidad oculta del café mexicano en las cadenas de suministro de Nestlé y Starbucks muestra que regiones como Tumbalá, Palenque, Ocosingo, Las Margaritas y Villa Corzo han sufrido una fuerte deforestación, muchas veces ligada a la expansión de la agricultura y, en particular, al café. Incluso áreas cercanas a reservas naturales como Montes Azules están perdiendo cobertura forestal, con un impacto directo en la biodiversidad y en el equilibrio de los ecosistemas.

En Veracruz, el segundo productor del grano en el país, el panorama también preocupa. Aunque la pérdida de bosque no alcanza los niveles de Chiapas, en el norte del estado y en los límites con Oaxaca se observa una expansión agrícola marcada por monocultivos, incluido el café, que sigue presionando los recursos naturales. Una de las consecuencias ha sido la pérdida del bosque mesófilo o de niebla, que en la región de Xalapa se redujo a siete núcleos o archipiélagos, fragmentados por el avance de la mancha urbana y los cambios en el uso del suelo.
El futuro pinta complejo. El café arábica, que es especialmente delicado, podría obligar a los productores a migrar sus cultivos a zonas más altas, lo que implicaría intervenir nuevas tierras con consecuencias serias: menos biodiversidad, menos sumideros de carbono y más presión sobre los bosques.
Hasta ahora, el café no ha sido tan protagonista en la deforestación global como otros sectores: aceite de palma o la ganadería. Pero todo indica que el cambio climático empujará su producción hacia nuevas regiones, poniendo en riesgo algunos de los últimos bosques primarios del planeta. Y con ellos, la enorme riqueza de vida que protegen.

¿Cómo producir café sin hipotecar el futuro?
Aumentar la producción de café no debería significar talar más bosques ni cultivar nuevas tierras. Esa salida rápida trae consigo problemas enormes: pérdida de biodiversidad, más emisiones y comunidades cada vez más vulnerables. Por eso, la verdadera pregunta no es cómo producir más, sino cómo producir mejor.
Durante años, la respuesta fácil ha sido echar mano de más fertilizantes y plaguicidas. Sí, ayudan a subir el rendimiento, pero usados en exceso afectan los suelos, contaminan el agua y ponen en riesgo la salud de los agricultores (as). El reto ahora es encontrar fórmulas que eleven la productividad sin hipotecar el futuro.
Hoy existen soluciones probadas y sostenibles. La investigación y el desarrollo, apoyados por políticas públicas, financiamiento y entornos favorables a la innovación, han demostrado que es posible aumentar el rendimiento y al mismo tiempo proteger la biodiversidad. Entre estas estrategias destacan:
El uso más eficiente y responsable de insumos agrícolas. Migrar a una agricultura orgánica y regenerativa.
La adopción de variedades de café híbridas y resilientes frente al cambio climático.
Promoción y fortalecimiento sistemas agroforestales, donde el café crece bajo sombra, en policultivos junto con especies nativas y frutales, creando entornos productivos y biodiversos.

No obstante, la adopción de estas prácticas depende de dos factores aún muy limitados en comunidades cafetaleras: el acceso a financiamiento y el acceso a información técnica confiable. Cuando a estas limitaciones se suman la volatilidad de los precios del café y los efectos del cambio climático, la vulnerabilidad de los productores se hace evidente.
En nuestras comunidades productoras hemos hallado una ventaja importante: gran parte de la caficultura aún convive con ecosistemas bajo manejo rusticano y de policultura tradicional y comercial, donde especies nativas como pinos y árboles frutales ofrecen sombra, diversifican la dieta local y refuerzan la soberanía alimentaria. Por eso, hemos apostado por fortalecer estos bosques productivos y comestibles, que no solo generan café de calidad, sino que también aseguran hábitat para otras especies.
Este enfoque nos permite anticiparnos a nuevas regulaciones, como la normativa europea contra la deforestación, que a partir del próximo año prohibirá la entrada de materias primas vinculadas con la pérdida de bosques. Nuestro café, al crecer en sistemas bajo sombra, ya cumple con uno de los estándares más relevantes.
Además, acompañamos a productores en su transición de la agricultura convencional hacia modelos orgánicos, regenerativos y biodinámicos, inspirados en la experiencia de El Equimite Cafetal Biodinámico, donde se cultiva café en armonía con el entorno, cuidando tanto del suelo como de la comunidad que lo cultiva.

Del trabajo invisible al protagonismo en la caficultura
En el mundo del café, las mujeres son protagonistas invisibles. Se estima que gestionan entre el 20% y el 30% de los cafetales, y en algunas regiones representan hasta el 70% de la mano de obra en la producción. Sin embargo, cuando se trata de acceso a la tierra, al crédito o a la información técnica, la balanza no está a su favor.
En México, la situación no es tan alentadora: 97% de las mujeres que trabajan en el campo o en la pesca realizan labores no remuneradas. Además, más del 70% de la tierra está en manos de hombres, y en ninguna región del país la participación de las mujeres en la tenencia de tierras supera el 40%. Incluso en el estado con mayor representación, Tabasco, la cifra apenas llega a 35.5%. Y en Chiapas, apenas el 27.7% de ellas son propietarias legales de tierras.

Cuando miramos al café, las cifras también revelan una brecha importante. Solo el 22% de la producción nacional está en manos de mujeres. Un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad junto con Starbucks identificó a unas 62 mil caficultoras en México, concentradas principalmente en Chiapas, Veracruz, Oaxaca y Puebla. La mayoría de ellas (nueve de cada diez) no cuentan con ingresos propios, lo que limita su capacidad de tomar decisiones y proyectar un futuro distinto. A esto se suma un nivel educativo generalmente bajo, que refuerza la falta de oportunidades.
El problema central es la inseguridad en la tenencia de la tierra. En muchos contextos, las mujeres pueden trabajarla, pero no son dueñas legales de ella. Esto limita sus posibilidades de acceder a financiamiento, comprar insumos de calidad o recibir capacitación sobre prácticas agrícolas sostenibles y resilientes al clima. En plena crisis climática, esta desigualdad se convierte en una trampa: las mujeres cargan con gran parte del trabajo, pero tienen menos herramientas para adaptarse a los cambios.
Empoderarlas no es solo un asunto de justicia, es una necesidad para el futuro del café. Si las mujeres representan una parte tan significativa de la fuerza productiva, cualquier estrategia de sostenibilidad y de aumento de productividad pasa obligatoriamente por fortalecer su autonomía económica y su liderazgo. Eso significa acceso a tierra, a formación, a mercados justos y a espacios de decisión.

Uno de los ejes centrales de nuestro modelo de trabajo es el enfoque de género, orientado al empoderamiento y al fortalecimiento de la autonomía financiera y la gestión del conocimiento a mujeres campesinas. Este propósito se materializa mediante su vinculación a los mercados de café de especialidad, así como a través de procesos de capacitación técnica, formativa y espacios de participación democrática.
En este marco, hemos consolidado alianzas con colectivos de mujeres, muchas de ellas indígenas, que incursionan en la producción cafetera, aun cuando la mayoría no cuentan con la titularidad formal de la tierra. No obstante, se ha avanzado en la visibilización de su aporte, al promover que los cafés se produzcan y comercialicen bajo sus nombres y con sus historias, lo cual contribuye a singularizar sus lotes y evitar su homogeneización. De esta forma, se facilita su incorporación en mercados diferenciados de especialidad, posibilitando que alcancen una posición más protagónica dentro de la industria y que ejerzan mayor control sobre la gestión de sus recursos.
Los resultados hablan por sí mismos: este año, de los 1.465 productores que vinculamos directamente a mercados, 831 fueron mujeres, lo que equivale al 57%. Esta estadística es una señal de que cuando las mujeres tienen acceso a mercados y conocimiento, el café se convierte en una herramienta real de autonomía y transformación.




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